Tras cinco años de labores de restauración, el palacio arzobispal de Alcalá de Henares -residencia de los purpurados toledanos desde la Edad Media- ha visto terminar las obras. Se ha rehabilitado el conjunto del edificio, además de la Biblioteca Diocesana, el Salón de Actos y el Patio de la Aleluya.

Y como suele ser habitual, durante este largo trabajo, se han hallado dos bajorrelieves medievales de piedra de incalculable valor con sendas tallas de San Agustín y San Ambrosio. Todo lo encontrado durante las obras, como pilastras, fragmentos de cornisa, molduras y sillares almohadillados han sido expuestos sobre el muro del patio restaurado.

Al mismo tiempo fue inaugurada la adaptación de la torre de la Catedral Magistral alcalaína, de 62 metros. A partir del próximo verano el público podrá visitarla y disfrutar de unas vistas excepcionales, desde 45 metros de altura,  de la ciudad complutense.

El palacio restaurado fue construido en el S. XIII, como fortaleza adosada a la muralla alcalaína, bajo el mandato de Rodrigo Ximénez de Rada. Un siglo después, el arzobispo Pedro Tenorio,  lo reedificó en forma de castillo señorial con un torreón y una nave palaciega que albergó un salón de Concilios y otro llamado Ochavo.

Por sus estancias han pasado Pontífices como Urbano II y Clemente VII. Allí se celebró una audiencia de los Reyes Católicos con Cristóbal Colón y en ese mismo lugar nació Catalina de Aragón, hija menor de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.

A principios del XVI, la fortaleza arzobispal se transformó en palacio renacentista, bajo el impulso de los arzobispos Cisneros, Fonseca y Tavera. La fachada palaciega fue la única estructura original que sobrevivió al incendio sufrido en agosto de 1939.                              

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