La Cava Baja fue en origen un foso de agua que servía para defender la muralla cristiana que por su trazado pasaba. Se debió de excavar en el Siglo XII al mismo tiempo que se construyó la citada muralla. Al ser un terreno llano, el acceso a la muralla por parte de los enemigos era fácil, de ahí que se excavara un foso y se llenó de agua que procedía de la cercana laguna que existía frente a la denominada Puerta Cerrada. A partir del Siglo XV la cava se desecó y se empezaron a construir las primeras casas adosadas a la muralla, lo que hizo que ésta desapareciera paulatinamente de la vista. La muralla quedó emparedada entre las casas construidas a ambos lados de ella. En la actualidad la muralla cristiana puede visitarse en los números 10 y 20 de la Cava Baja.

Cuando se urbanizó el antiguo foso tomó el nombre de Cava Baja de San Francisco por concluir al cercano convento de San Francisco (hoy Iglesia de San Francisco el Grande). La Cava Alta (de San Francisco, igualmente)  jamás fue un foso y tomó esté nombre de Alta por su situación topográfica, algo más elevada. Con el tiempo ambas cavas perdieron el calificativo de San Francisco y pasaron a ser conocidas simplemente como Cava Alta y Cava Baja. Esta última es la cava famosa por sus mesones.

Texto extraído de nuestro libro ‘Los porqués de Madrid’ de Isabel Gea Ortigas.

Cava Baja, en Madrid

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