Uno de los primeros refrescos con los que sofocaban el calor los habitantes de la Villa y Corte fue la aloja, una bebida sin alcohol compuesta de agua, miel y especias, servida muy fría. Esto era antes de que existieran los frigoríficos y congeladores, claro.

Después, llegarían las aguas de cebada, de anís, de canela, de azahar, de hinojo, de romero… y ya algo más reciente, serían la limonada, la horchata y los granizados. El sistema de refrigeración de bebidas y alimentos era, simplemente, la nieve.

Nieve que los neveros traían en mulas desde la Sierra de Guadarramay era almacenada en los denominados pozos de nieve, situados en la calle Fuencarral, entre las calles de Barceló, Mejía Lequerica y Sagasta y la glorieta de Bilbao, junto a la puerta de igual nombre.

En 1607, un catalán, Pablo Xarquíes consiguió el monopolio de la distribución de nieve fundando la Compañía de Abasto de Nieve y estableció la Casa Arbitrio de la Nieve y Hielos del Reino, encargada de abastecer al rey y a los ciudadanos. Los neveros repartían la nieve a los veinte puestos que había en Madrid para la venta, como los de Puerta Cerrada, plaza de la Villa, Cuesta de Santo domingo y Puerta del Sol.

Los pozos de la calle Fuencarral eran un conjunto industrial compuesto de un edificio principal alargado con tejado a dos aguas con una puerta y una ventana. En su interior había seis pozos independientes y aislados por tabiques, sin ventilación ni comunicación para que el frío se mantuviera.

En el siglo XVIII la compañía entró en crisis aunque los pozos siguieron funcionando hasta mediados del S. XIX. Será a finales del XIX cuando la compañía se cerrara. En su lugar se levantaron edificios de viviendas.

Más información en Madrid curioso, de Mª Isabel Gea

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