Una cuestión importante era ya, hace siglos, las diversiones del pueblo. Aquellas a las que cada clase o estamento, según se lo pudieran permitir, se entregaban, unos para asentar su condición social y política privilegiada y, los otros, para olvidar tanta miseria, enfermedad y pobreza; unos ara dejarse ver y ser aclamados y otros, para verlos y aclamarlos; unos como protagonistas, otros como espectadores. Tal era el propósito de las fiestas de caballería, tan en boga en época trastamariana.

Las fiestas de caballería, aunque comenzaron a celebrarse en tiempos  de Alfonso X el Sabio, vivieron su apogeo durante los siglos XIV y XV. Consistían en armar caballeros y en realizar ceremonias como torneos, justas, paso de armas, etc. en las que participaban la alta nobleza e incluso la realeza. Con ello se reafirmaban como estamento privilegiado a nivel social, político y económico. Se celebraban en las plazas públicas de las ciudades. En la Villa de Madrid, tenían lugar en la zona más próxima al Alcázar, conocida en los escritor bajomedievales como “Campo del Rey” o “Plaza del Rey”; era esta una zona formada por un pequeño declive que funcionaba como plaza de armas del Alcázar, más tarde también se celebraban en El Pardo. Zonas amplias donde todo el pueblo se reunía ansioso de buen entretenimiento que les hiciera olvidar, por unas horas o unos días, las miserias. La población recibía durante los días que duraban los festejos dádivas y manjares, además de poder participar activamente en ellas desarrollando algún tipo de trabajo, como músicos, cómicos, cocineros, comerciantes… Por otro lado la monarquía se aseguraba la fidelidad de la nobleza y afirmaba su prestigio sobre ella, además de entretenerlos. La nobleza a su vez, entraba en contacto con el pueblo, única manera que poseía para reafirmar su posición con él, asegurarse su respeto y admiración y también demostrar su poderío social y económico.

Fiestas de caballería, Madrid

El código moral caballeresco, extendido a los demás niveles de la vida en Castilla, fueron la honra, la dignidad y el orgullo propios de la nobleza. Según Pérez de Guzmán, poeta y biógrafo español de la época, el caballero debía poseer una firme fe en Dios, “buen seso”, “sutil ingenio”, “buen entendimiento”, “razón breve y corta”, son olvidar el “esfuerzo”, alejarse del desorden en el comer y en el beber y en el amor de las mujeres, en las diligencias y regimiento de su persona, y honrado y generoso con parientes, vasallos y ser justo en el reparto.

Fiestas de caballería

Las fiestas caballerescas no dejaban de ser combates encarnizados y muy peligrosos, en los que los jóvenes nobles, e incluso reyes, arriesgaban sus vidas, pretendiendo con ello obtener la estima y el respeto tanto de sus compañeros como de la dama enamorada.  Ideales que, por supuesto,  cantaban las gestas de la época y que tanto gustaban antes como ahora, sirviendo igualmente para que las élites urbanas pudieran ejercer su control sobre el resto del pueblo.

Texto extraído de nuestro libro «Orígenes de Madrid»

9788498733150

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