La primera mitad del S. XX fue el momento de mayor eclosión de los teatros madrileños. En esos años empezaron a proliferar en la Gran Vía y alrededores locales destinados al teatro y al cine, un fenómeno que  por aquel entonces se estaba convirtiendo en espectáculo de masas.

Teatro Bellas Artes (imagen: Madridiario)

La construcción de la Gran Vía en 1910 también propiciaba la creación de grandes edificios que albergaran escenarios teatrales y salas de cine. En la cercana Carrera de San Jerónimo se abría en 1916 el Teatro Reina Victoria. Un año después se inauguraba el Teatro Odeón, hoy conocido como Calderón. Poco después, en 1925, en el número 20 de la calle Alcalá se instalaría el Teatro Alcázar. En 1931 se inauguró el Fígaro y un año después el Teatro Nuevo Apolo.

A mediados del S. XX las costumbres de los madrileños se verían modificadas por el nacimiento de la televisión y por el auge progresivo del cine. Los empresarios se darían cuenta de que los grandes espacios destinados a los teatros eran difíciles de amortizar ya que era complicado llegar a los aforos completos.

Fue por ese motivo por el que empezaron a multiplicarse en Madrid los llamados «teatros de bolsillo». El primer teatro que se puede enmarcar en esta categoría es el Recoletos, que se estrenó en marzo de 1957 con «Fuera es de noche». El Bellas Artes cumplirá próximamente cincuenta años ya que abría sus puertas el 17 de noviembre de 1961 con el montaje de «Divinas palabras».

Dos meses después se abriría el Club en los bajos del Palacio de la Música y exactamente un par de meses después levantaba el telón el Torre de Madrid, rebautizado como Valle Inclán. A finales de 1962 se abría el Marquina. Por su parte, el Arlequín dejó el cine por el teatro en 1965. De los teatros de aquella década sólo sobreviven el Arlequín, el Marquina y el Bellas Artes.

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