Cuenta la leyenda que la imagen de la Almudena fue traída por el Apóstol Santiago cuando vino a predicar a España. Uno de sus discípulos, San Calocero se encargó de depositarla en la Iglesia de Santa María que fue la primera iglesia de la ciudadela, situada en la calle Mayor enfrente de lo que hoy es Capitanía General.

En el siglo VIII, cuando comenzó el avance musulmán, los cristianos madrileños la ocultaron en un cubo de la muralla, en un nicho con dos velas. Después, volvieron a tapiar la muralla. La intención era preservarla de posibles profanaciones.

Sería el rey Alfonso VI el Reconquistador quien prometió buscar la talla cuando recuperara Madrid. En el año 1085 organizó una gran procesión implorando la ayuda divina. Después de ruegos y oraciones cuentan que, súbitamente, una parte del muro se abrió. En el hueco de la muralla apareció la Santa Imagen, alumbrada por las dos velas.

Se dice que el nombre de Almudena procedía del árabe, del vocablo almut que quería decir medida y que, dentro de la vieja muralla solo quedaba del antiguo templo de Nuestra Señora de la Almudena, una figura de piedra «a manera de la medida que en castellano llamamos media hanega».

Pero no fue la única leyenda. También se dijo que junto al cubo de la muralla había una albóndiga de trigo que los árabes llamaban almudén, dando origen al nombre. Con esta asociación etimológica, Lope de Vega, en su Cántico II de la Virgen de la Almudena dice:

«Madrid, por tradición de sus mayores,

busca su imagen con devota pena

donde los africanos vencedores

tenían de su trigo la almudena.

El muro produciendo varias flores

por los resquicios de la tierra amena,

con letras de colores parecía

que les mostraba el nombre de María»

Sin embargo, remontándonos a la época musulmana, la historia nos habla de la alcazaba o sitio fuerte que comenzó siendo Madrid y del muro que la rodeaba. Este recinto amurallado se llamaba Almudena o Almudayna y pertenecía a la zona militar.

En el lugar donde apareció la imagen de la Virgen, el ayuntamiento de Madrid decidió recordar esta tradición instalando un nicho con una figura de piedra representando a la Virgen, con dos farolillos. Años después se levantaría allí mismo la Catedral de la Almudena, en honor a la Patrona de Madrid.

Más información en «Leyendas de Madrid» de Reyes García y Ana María Écija.

 

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