Bonito donde los haya, este conjunto escultórico obra de Agustín Querol realizado en 1905, es sin lugar a dudas representativo de su pomposo nombre, no solo por sus magníficas dimensiones, sino también por toda la historia que rodea sus “movimientos”. La obra fue encargada como remate de la historiada fachada del Ministerio de Agricultura, entonces de Fomento, a comienzos del Siglo XX. Dadas sus medidas y, sobre todo, su peso, subir al ático del cuerpo central de la fachada esta obra costó un triunfo. La Gloria, una victoria alada, se acompaña de dos alegorías de la Ciencia y el Arte, y a ambos lados aparecen dos gigantescos Pegasos con alas desplegadas, que se acompañan de las figuras de dos parejas de mujeres que simbolizan la Agricultrua y la Industria por un lado, y la Filosofía y las Letras en el otro.

La Gloria y los Pegasos, Madrid

Las esculturas se realizaron en mármol de Carrara. Ya el viaje desde la región italiana hasta Madrid fue todo un poema, al que siguieron múltiples dificultades para elevar el conjunto hasta rematar el edificio.

La Guerra Civil por un lado y el paso del tiempo por otro, deterioraron el conjunto, del que se desprendieron varios fragmentos, alguno de tamaño suficiente como para provocar un accidente serio. Por eso se decidió en 1976 el reemplazar las gigantescas estatuas por otras de bronce, réplicas mucho más ligeras , que realizó Juan de Ávalos. Bajar los originales supuso un nuevo conflicto, solucionado con pericia y mucha precaución, aunque las estatuas terminaron separadas en varias piezas.

La Gloria y los Pegasos, Madrid

¿Qué se hizo con estas obras? La Gloria fue a parar a la Glorieta de Cádiz, donde preside el centro como remate a una fuente. Los Pegasos llegaron en 1997 a la Plaza de Legazpi, una operación para la que hubo que contar con “la mayor grúa de España”, tal y como apuntaban los titulares de la época. Pronto se vio que el monumento resultaba demasiado pesado, en el sentido literal de la expresión, así que se decidió sustituir las alas de mármol por otras de fibra de vidrio. Más adelante, en 2005, al inicio de las obras de soterramiento de la M-30, se cubrieron y montaron en andamios, y uno de ellos se trasladó a un almacén municipal de la Calle Áncora. Allí sigue, y puede verse desde la calle, mientras que su compañero sigue en Legazpi, donde ha estado hasta hace poco cubierta con un geotextil que la protege y le da un aspecto que recuerda a una momia.

Texto esxtraído de nuestro libro ‘500 Ideas para descubrir Madrid‘ de Sara Medialdea.

Imágenes de la entrada procedentes de Publico.es y de Flickr (usuario Samaval)

/* Estilos para menú plegable móvil Divi */ /* JS para menú plegable móvil Divi */