La calle Toledo tomó su nombre y dirección por ser camino hacia la ciudad imperial. En un principio era más corta y, con el tiempo, fue prolongándose llegando hasta el puente que lleva su mismo nombre. Lo que sí perduró durante muchos años fue la condición social de sus vecinos y transeúntes que la poblaban.

Su primer tramo tuvo un empaque señorial y aburguesado con soportales berroqueños llenos de buen comercio, el Colegio Imperial, el Hospital de La Latina y elegantes y grandes cafés. Mientras que los otros tramos, en especial el comprendido entre la Plaza de la Cebada y la Puerta de Toledo acogió a una población populachera y chulesca.

esparteriaAllí se instaló esa gente proveniente de las provincias colindantes que, muchas veces, eran trajinantes, buhoneros, comisionistas del baratillo, ganaderos y huertanos que se alojaron en las posadas y pensiones de sus alrededores. En esta zona proliferaron negocios tipo bodegones, esparterías, herrerías, talabarterías y puestos de quita y pon dedicados a la venta de todo tipo de alimentos.

Un gran enamorado de esta calle fue Benito Pérez Galdós, que hizo alusión a ella en un buen número de sus novelas: La calle de Toledo, arteria pletórica de vida, de sangre, de gracia, de alegría y, ¿por qué no decirlo?, de belleza, pues pienso que no hay calle en el mundo más bonita ni más pintoresca…

Hace muchos años, quienes vivían en la calle Toledo solían entonar una copla por seguidilla. Es la siguiente:

Al echar Dios al mundo

la sal y el garbo

cayó la mayor parte

en este barrio

Olé, salero,

de las calles del mundo,

la de Toledo.

Más información en Recorridos por el viejo Madrid, de Miguel Álvarez

 

/* Estilos para menú plegable móvil Divi */ /* JS para menú plegable móvil Divi */